Aquella noche, el Emperador hizo llamar a palacio al niño que se había atrevido a decir que estaba desnudo.
Lo encerró en la mazmorra más recóndita.
Pensaba torturarlo durante años. Durante varias vidas, si hacía falta.
No fue necesario. El niño no tardó en convertirse en adulto.
Y entonces pudo ver sin problemas el traje nuevo del emperador.