En la noche mil dos, el sultán decidió dormir solo.
Sherezade, sin un público para el que trenzar una historia, no pudo conciliar el sueño.
A la noche siguiente, los enemigos del sultán tomaron el palacio y pasaron a todos por la espada… excepto al sultán y a Sherezade. Al primero, le perforaron los tímpanos con hierros al rojo. A ella, la cegaron para que nunca supiera con certeza si alguien oía sus historias o no.
Los dos vagan ahora por las ruinas del palacio, sin encontrarse nunca.
Qué final cruel!
joer que malaleche chaval. Un mal dia lo tiene cualquiera, supongo.